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Foto del escritorAlma Mínguez Herrera

El amor como motor de vida



¿Qué es el amor?


Ésta se trata quizás, de la pregunta más antigua de la historia del ser humano. 

 Porque, ¿qué puede ser más fuerte que el amor? ¿Qué puede inspirarnos de tal modo que crucemos montañas, dejemos países, cambiemos de vida o incluso, nos dañemos a nosotros mismos?

 ¿Qué nos lleva a amar la obra que hemos creado? ¿Qué nos conduce sin remedio hasta los brazos de un desconocido, a quien hasta ayer ignorábamos, y  que hoy nos parece el príncipe de todos los cuentos reunidos? ¿Quién nos motiva para entregar nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente, sin reservas, quedando desprotegidos ante el azote del mundo?

 Cuando el amor llega, la vida se revuelve. Se revuelve de tal modo, que no restan excusas para continuar siendo lo que solíamos ser. Nuestro mundo se pone “patas arriba”, dejamos trabajos, abandonamos empresas, cambiamos nuestra imagen, adquirimos riesgos sin precedentes…¡parecemos otra persona!

Nos parecemos más a la persona que siempre deseamos ser. 

 Y es que el amor es una fuerza. Una tan grande como lo son las de la naturaleza; la gravedad, el electromagnetismo, o la interacción nuclear fuerte y débil. 

Orbita a nuestro alrededor durante toda nuestra existencia.

 Amamos a nuestros padres. Amamos a nuestros hermanos. Amamos a nuestros amigos animales. Amamos fervientemente a nuestros amores, amantes y amados; a los viejos y a los nuevos. Amamos a nuestros hijos. Amamos nuestros sueños, nuestros esfuerzos, nuestros logros. Amamos el mundo por muy convulso y estresante que éste pueda llegar a ser. Amamos el hecho de estar vivos, de respirar, de sentir, de probar, de reír, de llorar, y hasta de fracasar. Por amar amamos hasta la vida misma. 

 Y lo hacemos aun cuando no nos damos cuenta. 

 Porque cuando estamos tristes, deprimidos, vencidos, apesadumbrados. Cuando los obstáculos parecen infinitos, insalvables, y todo cuanto nos rodea parece querer hundirnos y abatirnos de tal modo que no podamos levantar la cabeza…aun cuando todo eso sucede, ¡sí!, aún entonces amamos. Puede que no seamos conscientes, pero aun entonces, y sobre todo entonces, amamos. 

 Y es que os sonarán frases como; ”su sonrisa me mantiene…”, “es verle la cara y se me pasa todo…”, “persistiré porque se trata de mi sueño…”. Se trata del amor que viene al rescate. Se asoma a la ventana y toca el cristal diciendo, “ey, estoy aquí, ¿recuerdas?

 En efecto, el amor no nos dejará caer. Pues es un sentimiento, una fuerza infinita y global que va mucho más allá de las pasiones de pareja, o del inexpugnable cariño hacia los hijos, familiares y amigos. Es el hilo conductor, la red más compleja y rica que existe. Es la maraña y la urdimbre que teje el universo. Es la energía que mana y fluye sin límites, sin cupos ni reservas; salta, brinca, se reproduce y prolifera, y cada uno de sus movimientos nos mantiene despiertos, alerta, sensibles, entusiasmados…¡vivos!

¿Qué es el amor, entonces?

  El amor es una canción, que cuando es interpretada en su misma esencia, no necesita palabras exquisitas, ni ritmos pegadizos, ni la música de los grandes genios. No requiere de piano, ni violín, ni orquesta, ni coro, ni escenario, ni público, ni reconocimiento. 

 Es un poema que se escribe con la tinta de la sangre, la carne, el espíritu, la mente y el alma. 

 El verdadero amor, es el que no pide, no exige, no espera. Tan solo da. Y en su dar recibe, pues lo que está entregando no se puede agotar. Mana de la fuente ancestral del universo, la que estaba mucho antes de que llegásemos y que seguirá ahí cuando hasta el último de nosotros haya desaparecido. 

 El amor no se compra, ni se vende, ni se transfiere, ni se empeña. No es objeto del mercadeo de los hombres, ni es susceptible a la lógica de sus engaños.  

 Nada detiene al amor. Pues de entre todas las fuerzas imperantes, es la más poderosa. Donde cayeron imperios, el amor persiste. Tras las cenizas del desolado campo de batalla, donde miles de hombres murieron, el amor prevalece. Ante el inexorable paso del tiempo, que a todo destruye y marchita sin remedio, el amor es inmune. No conoce la enfermedad ni la muerte, ni la desesperación. 

 El amor fluye, tal y como fluye el agua. Anega los campos de nuestro espíritu y limpia lo tóxico de nuestros corazones, dañados por el transcurso de la vida y sus decepciones. Baña con luz dorada nuestro espíritu y da alas a nuestra imaginación. Fomenta nuestra creatividad y nos impulsa a reconocer quienes somos. No quien nos han dicho que somos, no. ¡Quienes somos de verdad!

 Y si tuviera que dar una definición completa de lo que es el amor, las palabras se me quedarían escasas y los recursos tornarían fútiles. Ni yo, ni nadie, puede describir al amor, al menos completamente. Porque el amor no se describe.

El amor se siente. 

A.M.Herrera


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